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Moi Palmero | Pablo Iglesias: la confianza perdida

La imagen de Mónica García mirando retadora a la cámara y rechazando el ofrecimiento de Pablo Iglesias de ir todos a una bajo su mando para derrocar a Ayuso es la fiel representación de la pérdida de confianza en la figura del líder de Podemos.


Todos entendimos el claro mensaje de “Cómeme el donut que le lanzó educadamente con una sonrisita sarcástica. Perdonen si le parece vulgar la expresión que utilizo, pero desde que fue el hit musical de la última Feria del Libro celebrada en Almería, la he incluido dentro de mis citas literarias. Ansioso estoy por ver con qué nos sorprenden este año.

La decisión de dejar la Vicepresidencia para presentarse a las elecciones a la Comunidad de Madrid nos sorprendió a todos. Para muchos, es un gesto valiente, un acto casi heroico, un sacrificio que pocos harían. Para otros es una renuncia, un paso atrás, una manera digna de retirarse de la primera línea de la política.

Algún día conoceremos las verdaderas razones que le llevaron a tomarla, pero lo que está claro es que el resultado del 4 de mayo determinará si es un hábil y osado estratega, o un loco con don de palabra –aunque dicen que en el término medio está la virtud–.

Sabemos que Pablo tiene un gran concepto de sí mismo. Solo esa confianza desmedida en sus posibilidades le podría hacer pensar que todos dejarían sus proyectos para ponerse detrás de él. Es cierto que hace cinco años lo consiguió.

Muchos le creímos, confiamos en sus palabras porque nos reconocíamos en ellas, pero a medida que ha ido pasando el tiempo su historia personal y la de Podemos se está pareciendo mucho a la del Cerdo Napoleón de Rebelión en la Granja, el libro de George Orwell .

Supongo que para conseguir todo lo que ha conseguido en tan poco tiempo hay que hacer las cosas como se hicieron: sin dudar, directos, a por todas, caiga quien caiga, a ganar o perder. Lo han tachado de soberbio, prepotente, autoritario, dictatorial, déspota.

Sus declaraciones, sus acciones, sus acusaciones, su forma de decir las cosas y dirigir el partido le han supuesto muchas críticas y ahora sus palabras, sus denuncias, sus clases de ética y moral política le están volviendo como un boomerang ante las evidencias de su comportamiento.

Para muchos, la compra del chalet de Galapagar fue el comienzo de su declive, de su falta de credibilidad, de coherencia. Se sintieron defraudados porque vieron que lo que decía era diferente a lo que hacía. El sólido, generoso y ejemplarizante líder dejó al descubierto sus miserias, sus fragilidades, y hubo respuestas que no convencieron. La abnegada confianza en sus promesas, en sus gestos, en su objetivo, empezaron a resquebrajarse y, cuando lo pusieron en duda, cortó por lo sano.

Se fue quitando de encima a todos los que le ayudaron a derribar las murallas y se rodeó de otro equipo que asiente en todo lo que propone como si fuese la verdad absoluta. Pablo no quiere críticas, ni que le lleven la contraria, ni que cuestionen su liderazgo.

Se ha quedado solo y muchos de aquellos y aquellas que fue dejando en el camino son ahora con los que tiene que negociar, pactar, para reagrupar la izquierda que, durante un tiempo, pareció unir, pero que, pasado el impulso, ha dejado más disgregada que nunca. Son muchos que, como Carlos Tarque canta, creyeron que eran una misma cosa, un barco imposible de hundir, y que ahora le preguntan por “las palabras que desde el corazón dijiste una vez”.

Que pierdan la confianza en ti es de las cosas más dolorosas que nadie puede sufrir en vida. Mirar a los ojos a alguien que en otro momento hubiese dado todo por ti, que te hubiese seguido a donde le pidieses, buscando una razón entre los recuerdos, entre los recortes de prensa, entre las fotos añejas, para creerte, es frustrante, porque descubres que hay cosas que son irrecuperables, por mucho esfuerzo e interés que pongas en reparar tus errores.

La negativa de Más Madrid, quiero pensar, que no fue a través del vulgar comentario que imaginé al principio, sino que a la pregunta de Pablo de “¿puedo contar con vosotros?”, Mónica le respondiese con los versos de Benedetti: “Compañero, usted sabe que puede contar conmigo. No hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo. Pero hagamos un trato: yo quisiera contar con usted”.

Mi duda es si Pablo sabrá asimilar su nueva posición en la política española, porque Podemos se bate en retirada, y él ya ha perdido la confianza de gran parte del electorado y, lo más doloroso, de los compañeros con los que un día intentó –y estuvo a punto de conseguir– asaltar los cielos.

MOI PALMERO