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Pepe Cantillo | Miseria moral

El tema que voy a abordar, por desgracia, es reiterativo. Despedíamos el año 2016 con casi los mismos argumentos en referencia a la maldita faena montada alrededor de la niña Nadia. Jugada moralmente indecente, la referida en el artículo De casta le viene al galgo. Y, de nuevo, salta la liebre en otro “pastel” tan cochino como el ya referido.



Otro truhán salta al terreno de juego con toda la desfachatez que le adorna. El caso anterior dolía moralmente por el uso que hacía de su hija enferma. Éste juega con los demás, poniéndose de sufrida figura e indigna por el choteo que urde a costa de las buenas personas cuyas conciencias y cartera consigue revolver con su taimada villanía.

Este malandrín surge en el terreno de la estafa, el engaño, abusando de la buena fe de las personas, como siempre. Éste parece ser que empezó su “lastimero recorrido” hace siete años. En este caso es un sujeto con 2.000 supuestos tumores el que engatusa, tanto a personas corrientes cuya misericordia les impide sospechar que están siendo estafados, como a personajes de cierta relevancia en los medios públicos. Parece ser que en la vil trampa de la misericordia han caído más de 8.000 personas. Las cantidades sopladas a personas anónimas van desde un euro mínimo hasta 3.000.

¿Hay cuerpo para tanto tumor? Esa sería la pregunta del millón que nadie llega a plantearse. Y la estafa se desliza como una serpiente de cascabel mordiendo a famosos y a personas normales, todos ellos de corazón de oro capaces de sacrificarse por echar una manita a un necesitado. Estamos ante otro chupasangres, “presunto” delincuente capaz de amasar una fortuna con la generosidad del prójimo.

¿Presuntos, sospechosos, culpables? Las tres palabras encierran una “supuesta” felonía que, desde luego, no se puede afirmar hasta que la ley dicte sentencia. Estamos en el país de “nunca jamás” donde pacen multitud de amigos de lo ajeno, sea público o privado, piratas sin corazón.

Si les damos el calificativo de “amigos de lo ajeno” parece que pensamos directamente en ladrones o simples ladronzuelos. No: hablamos de modernos “lazarillos de Tormes” que embaucan a todo lo que se le pone a tiro. Lazarillos que ya no necesitan del ciego para dar lástima y chupar de la bondad ajena porque han llegado a superar al maestro.

¿Aprenderemos a dudar o a confirmar si las circunstancias que aportan son reales o son un truco para confiados? Lo más posible es que cuando pase un tiempo salga a la luz cualquier otra emergencia similar y nos lancemos a la piscina de la ayuda sin pensar que pueda estar vacía. Los engaños volverán a rebrotar y la buena voluntad de compasivas personas caerá de nuevo en las redes del timo.

El tema de hoy discurre por los derroteros del engaño, del abuso que determinados impresentables, “chupacabras humanos”, hacen a costa de la buena fe, de la bondad de otras personas. Hablo del negocio de dar lástima sangrando generosos corazones, llamando a la puerta de la piedad de la buena gente.

A la lista de modelos de estafas que existían por doquier, se han unido las de Internet: ventas falsas, ofertas de trabajo inexistentes, fraude de tarjetas, asalto virtual a cuentas, robo de identidad... A dicha letanía hay que añadir la que me atrevería en denominar “tocomocho de la lástima”, consistente en pedir dinero para afrontar el tratamiento de una enfermedad grave.

Refresco la memoria del personal. El timo del tocomocho se hizo famoso gracias a la película Los tramposos, protagonizada por Tony Leblanc allá por el año 1959. El video adjunto arranca una sonrisa a la par que da pena. En el tocomocho actúa un tonto del bote (aunque de tonto no tiene nada) y un listillo (tonto de verdad) que cae en el cepo por su avaricia.



¡Ojo al parche! El último fraude sonado se ha dado en Ibiza, donde unos profesores de medicina, sin escrúpulos, vendían un falso medicamento contra el cáncer a enfermos desahuciados. Hablamos de un fraude científico, al que podemos llamar “el tocomocho de los catedráticos”. ¿Alguien da más? El ingenio no tiene límites ante unos posibles suculentos “dividendos”. Esta estafa acaba de salir a la luz y por tanto está calentita.

Dar lástima se ha convertido en negocio rentable gracias a los medios de comunicación que, sin querer o queriendo, dado que no han contrastado la información, extienden la mancha del dolor por todos los rincones. Noticias que conmueven corazones y abren carteras. Eso lo saben los chupasangres que, sistemáticamente, se dedican a asaltar la hacienda de los demás siempre, cómo no, en provecho propio.

Si a la listeza y sagacidad de los chupópteros unimos las ganas de notoriedad, de dar primicias sin contrastar por parte de la prensa, tanto en papel como digital, y arropados por sensibleros programas televisivos, tendremos la mesa puesta para que desalmados listillos saquen pingües ganancias con su ingenio a la hora de engañar al mas “pintao”. Estos asaltadores de corazones también saben utilizar las nuevas tecnologías para llamar a puertas ajenas.

Efectivamente, la prensa ha reconocido su metedura de pata. Cito la información que ofrece Diario 16 al respecto: “los medios de comunicación debemos hacer una reflexión sobre el papel que hemos jugado en los casos en los que nos lanzamos a informar sin comprobar la veracidad de los hechos”.

Las primeras noticas sobre el caso Nadia aparecen en El Mundo, cuyo autor pide perdón “por no haber comprobado con antelación la historia que me habían contado”. A su vez, Antena 3 y Telecinco, enfrentadas por dominar la audiencia, también han metido la pata hasta el corvejón al “precipitarse a la hora de dar información” sobre dicho asunto.

No quiero ser mal intencionado pero a la vista está que “entre col y col…” los medios nos meten lechugas, en este caso podridas. Mientras tanto, los taimados estafadores, chupasangres de la bondad y solidaridad, hacen su agosto gracias a la generosidad de los demás. Y el caso es que no aprendemos. Pese a los fraudes sentimentales persiste la generosidad, la piedad manifestada en un altruismo generoso.

El caso Nadia nos dio de lleno en la línea de flotación de la generosidad, la solidaridad y el deseo de ayudar a los demás. A renglón seguido, por tierras levantinas sale, además del sol, otro “presunto” miserable chupasangres y astuto bufón. Éste, si queréis, aun más sádico, es avaricioso y acapara miles de tumores (dos mil) que dice soportar.

¿No llaman la atención oficial y sanitaria tantos tumores juntos? Parece que no, a la vista de la gran cantidad de eco que consigue que brote de corazones ajenos. Disculpen que insista en este detalle.

La “estercolá” (estercolero) ha crecido de tal manera que si antes te sableaban en la calle, o te pedían “una limosnita por el amor de dios”, ahora te lo piden por video, en la tele, en Twitter o en Facebook y caemos en la trampa una y otra vez. El fraude, hiena hambrienta, siempre está tocándonos la fibra sensible del desprendimiento, de la ayuda desinteresada, de la generosidad, de la caridad.

Las interrogantes sobre este tema son tantas que se atragantan en la conciencia de las personas honradas, capaces de hacer un sacrificio por ayudar. El caso de este rufián, que sobrepasa a los listillos, colea desde 2010. Su historia alcanzó tal difusión en las redes que hasta engatusó a famosos como José Mota, Santiago Segura, Risto Mejide o Dani Mateo, entre otros. Resultado: recaudar unos 250.000 euros de “vellón”.

El titular engancha al mismo demonio. “Con un euro (me) regalarás un segundo de vida”, dice. Genial. Y si además te recuerda que lo que dones te desgravará en Hacienda, ¡cojonudo! Perdón por el tropezón lingüístico.

Lo que más calienta la sangre es la facilidad con la que este tipo de chanchullos se cuelan en centros públicos dando información supuestamente documentada como lo haría el mejor de los profesionales médicos. Se les deja entrar en colegios, hospitales, a impartir docencia como si fueran verdaderos especialistas. Y la credulidad o candidez funciona a toda máquina.

Pero si aun no tenemos bastante, saltan a las ondas vídeos denigrantes por la burla y befa que el susodicho sujeto hace de todo este drama. Información que, de seguro, masacrará la buena fe de cualquiera de los donantes que ha caído en el cepo de la mentira.

Volvamos al tema. Dice este sacamantecas: “Necesito vuestro impulso, porque tengo verdaderamente que vencer a la muerte, porque está tocando a la puerta”, asegura el interfecto en unas grabaciones que ya salieron a la luz. Mira a la cámara y hace un corte de mangas que acompaña con risas y una expresión triunfa-lista: “¡Tomaaaa! ¿A que ha quedado chulo?”. La burla no puede ser más expresiva y asquerosa.



La estafa sigue adelante y caen en la trampa personas de buen corazón, pero ¿no son capaces de escudriñar en el caso? Con colaboración de figuras públicas en los medios, el camino está allanado para que transiten por él gente anónima, puesto que la fe ya ha sido activada por dichos medios y al personal no se le ocurre que pueda ser un tongo.

Prensa, redes sociales, conferencias, colegios, abren sus puertas para difundir el tema. El personal cree porque si el tema sale en tantos balcones informativos y lo apoyan famosos debe ser verdad. Palabras textuales del interfecto: “con un euro me regalarás un segundo de vida”. ¡Viva la generosidad!

¿Cuántos segundos ha acumulado? ¿Es posible juntar en un cuerpo humano 2.000 tumores malignos? Ignoro si ello es posible pero ¿nadie debidamente autorizado se percata de dicha barbaridad? Como remate a tanto dislate dejo la frase de Paco Sanz al ser pillado por Espejo Público tras salir de la cárcel: “Ay, me parto y me mondo”. Miseria moral.

PEPE CANTILLO