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Como la falsa 'monea'

Una vez más, la educación va de mano en mano “como la falsa monea” pero nadie se la “quea” o, lo que es peor, todo quisqui la “manosea”. Dice un proverbio chino: “El éxito es el resultado del buen juicio. El buen juicio es el resultado de la experiencia. Y la experiencia es, a menudo, el resultado del mal juicio.” Buen juicio parece que nos falta, experiencia puede que nos sobre, pero siempre tropezamos en la misma piedra.

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Las tormentas de verano suelen causar muchos daños en cosechas y en cultivos. Por lo general, son bastante virulentas aunque bien es cierto que breves. Con el tema de los colegios que ofrecen educación (¿debo decir instrucción?) separando chicas de chicos estamos ante una de esas tormentas. O ¿tal vez estamos ante una orquestada cortina de humo para desviar al personal de cuestiones más graves e importantes?

En este negocio se mezclan dos problemas como mínimo, ya de por sí sumamente importantes. Separación de sexos por supuestas razones educativas y o de rendimiento escolar. Otro elemento, no menos transcendental, es la financiación de dichos centros con dinero público. A continuación podría desgranarse todo un rosario de razones pero que quiero obviar porque alargarían en demasía este trabajo.

"Segregar" es el palabro que utiliza la prensa. “Separar y marginar a una persona o a un grupo de personas por motivos sociales, políticos o culturales (sic RAE)”. Dicho vocablo entiendo que está cargado de intencionada dinamita. En fin, este es otro tema que escapa del hilo de Ariadna que quiero seguir para salir del laberinto. Hay más argumentos en este enredado ovillo que, repito, dejo a la sagacidad de los lectores.

A mi modesto entender, la separación por sexos es una aberración. Creo que enriquece más la convivencia en igualdad de posibilidades educativas. Por supuesto que quien quiera mandar a sus hijos a un centro que ofrezca esta opción está en su pleno derecho, pero… ¡no con dinero público! El sistema educativo español es mixto y así debe seguir, mal que le pese a determinadas instancias políticas o religiosas o elitistas.

El tema ha saltado otra vez al espacio público como consecuencia de dos recientes sentencias judiciales. La Sala Tercera del Tribunal Supremo (TS) ha dado la razón a la Junta de Andalucía y a Cantabria, que negaron el concierto a dos centros que imparten educación diferenciada por sexo.

El TS deja claro que “los centros financiados con dinero público no pueden segregar (separar) a los alumnos en aulas para chicos y para chicas”. Expresado en términos crematísticos: “dichos centros no tienen derecho a financiarse con fondos públicos”. La Unesco protege su existencia, no su derecho al concierto.

Las sentencias se basan en el artículo 84 de la Ley Orgánica de Educación de 2006 que dice: “Las administraciones educativas regularán la admisión de alumnos en centros públicos, privados y concertados de tal forma que garantice el derecho a la educación, el acceso en condiciones de igualdad y la libertad de elección de padres y tutores”. Y en el apartado 84.3 reitera: “En ningún caso habrá discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.

Desde los años setenta se había generalizado en nuestro país la educación conjunta chicas-chicos. La convivencia siempre ocasiona problemas, pero de ninguna manera se puede afirmar que genere más inconvenientes en un centro escolar por ser éste mixto.

Desde mi experiencia profesional, siempre en centros públicos, puedo afirmar que la riqueza intelectual, el cambio de opiniones, la defensa de ideas propias es mucho más rica y favorece mejor la formación de los sujetos, estando integrados.

Por otro lado, no tiene sentido ponerle puertas al campo. Convivimos diariamente, codo con codo, hombres y mujeres, por lo que carece de sentido separarnos como si fuéramos apestados en cuarentena para luego juntarnos de nuevo. El proceso de socialización en nuestro mundo actual es intenso. Vivir es convivir, separar es amputar posibilidades.

Hay muchas y no dudo que poderosas razones para abogar por una educación separada. ¿Mejoras académicas si hay separación? Numerosos estudios desmienten esta tesis. Es más, añadiría sin miedo a equivocarme que las chicas necesitan realizar un considerable esfuerzo para sobresalir, inmersas como están en una sociedad ahogantemente machista; ello espolea a los chicos que, en muchas ocasiones, van de “sobraos”. O eso creen ellos.

La separación por sexos solo consigue, en última instancia, alimentar el sexismo que, en el fondo, se reduce a un desprecio del otro –en este caso de la mujer, por el mero hecho de ser mujer-. Otro problema añadido es la permanencia de estereotipos que pretenden mantener que “los chicos valen para…” o las chicas son unas inútiles para...”, por decirlo de una forma simplista.

Los estereotipos son un avispero repleto de prejuicios, de opiniones preconcebidas, de creencias impuestas por patrones sociales y culturales, transmitidas por la sociedad en la que vivimos. Carecen de fundamento –no así de aceptación colectiva- y son propios de colectivos sin capacidad crítica.

Una sesión de reflexión frente al televisor nos puede confirmar que seguimos en una sociedad estereotipada desde patrones sexistas, pese a que nos quieren hacer ver que es abierta. La publicidad es un claro exponente de ese lacerante machismo: anuncios de coches para hombres, de cosmética o limpieza para mujeres, serían algunos ejemplos que confirman esta realidad.

¿Cómo salir de este oscuro agujero? La educación es un elemento importante, pero una educación integral en la que hombres y mujeres colaboren, intercambien experiencias, defiendan diversas opciones que al amasarlas den un jugoso plato: igualdad.

La igualdad es un valor fundamental en una sociedad democrática aunque su significado se vacíe de contenido frecuentemente. Decir “todos somos iguales” no significa eliminar la pluralidad en pro de la uniformidad. La igualdad no es la eliminación de diferencias sino la ausencia de discriminación por la existencia de esas diferencias.

Si realmente somos capaces de crear oportunidades de igualdad, avanzaremos en una sociedad más igualitaria capaz de “juzgar sin diferencia o estimar a alguien y tenerlo en la misma opinión o afecto que a otra persona (sic RAE)” y, de paso, erradicaremos la violencia.

Para que se dé un completo aprendizaje hace falta un ambiente educativo que permita la construcción del conocimiento desde un aspecto activo, significativo. La cooperación de los educandos debe ser activa y significativa, no mera transmisión de conocimientos. En dicha trasferencia significativa la pata del banco estaría coja si separamos al alumnado por razones de sexo.

Además de las razones de igualdad, debe importar la complementaridad, la amplitud de miras y diversidad de enfoques que comporta una educación compartida entre chicas y chicos.

Vivimos en una sociedad abierta que permite compartir el mundo diario entre hombres y mujeres porque, repito, nos complementamos. La educación no se acaba en la escuela. Dicho esto, carece de sentido separar por sexos. No naces aprendido, te socializas. La enseñanza es el único ascensor que tenemos para mejorar y subir humana y socialmente.

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PEPE CANTILLO
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