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Aureliano Sáinz | Arquitectura: Kevin Roche

Pudiera parecer que leyendo la biografía de los grandes arquitectos esta sería una profesión de gente longeva. Y no me refiero solo al caso del gran Oscar Niemeyer, arquitecto brasileño que alcanzó los 104 años en plena actividad creativa, sino que podría dar una amplia lista de nombres que superaron la barrera de los ochenta años trabajando en plenitud de sus facultades.



En esta ocasión quisiera hablar del irlandés Kevin Roche, que en la actualidad cuenta con 93 años, dado que nació el 14 de junio de 1922 en Dublín, y continúa en su pequeño estudio proyectando obras de gran madurez formal. Y si traigo a Roche se debe a dos razones: una de ellas, porque logró el Premio Pritzker de Arquitectura en 1982, es decir, cuando contaba con sesenta años y, también, porque proyectó para nuestro país una de sus relevantes obras: la ciudad financiera del Banco Santander, que está ubicada en Boadilla del Monte, localidad próxima a Madrid, y que se construyó entre 2000 y 2003.

Consultando las obras que nos hablan de su biografía, nos indican que Kevin nació en plena guerra civil irlandesa. Su padre fue Eamon Roche, por entonces miembro del IRA, razón por la cual este fue encarcelado en diversas ocasiones.

Sobre su temprana vocación, Ángel L. Fernández Muñoz nos dice: “Ya en 1938, con 16 años, siendo aún estudiante de Secundaria, había descubierto Las Siete Lámparas de la Arquitectura de John Ruskin. El libro le impresiona y, aunque no logra extraer todo su significado, su lectura le acerca a un ámbito alejado de su entorno. Un año más tarde tiene la oportunidad de ‘diseñar’ y participar en la construcción de un pequeño depósito con la colaboración de un maestro carpintero, lo que le involucra en el mundo de los territorios cercanos a la arquitectura”.

En 1940 inicia sus estudios en la Facultad de Arquitectura de la National University of Ireland de Dublín, acabándolos en 1945. Tres años más tarde, en 1948, se traslada a Estados Unidos, recibiendo lecciones en Chicago de Mies van der Rohe. Posteriormente, en 1950, comienza a trabajar en la oficina de Eero Saarinen, en la que acaba siendo el director de diseño del estudio.

Saarinen fallece repentinamente a la edad de 51 años, por lo que Roche junto a John Dinkeloo, ingeniero arquitectónico, asumen la dirección del estudio, hasta que finalizan las obras que Eero Saarinen tenía pendientes.

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La primera gran obra de Roche, ya con su propia oficina compartida que lleva la denominación de Kevin Roche & John Dinkeloo, se encuentra en la ciudad de Oakland, en el Estado de California y cercana a San Francisco. Se trata de un complejo de varios museos con la apariencia de un gran parque, donde se articulan la función del paseo del entorno con la contemplación de las obras ubicadas en los espacios interiores.

La construcción de este conjunto se llevó a cabo entre 1961 y 1968. En el exterior, como puede comprobarse, sigue la topografía del terreno, ya que el museo está formado por volúmenes fragmentados, cuyas cubiertas son terrazas ajardinadas, de modo que la circulación externa se establece a través de las escaleras que conectan los distintos niveles. Desde la perspectiva actual, podríamos decir que la obra tiene un acertado enfoque ecológico, al haberse logrado la integración de territorio y construcción.

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La década de los sesenta del siglo pasado es un tiempo de gran fertilidad creativa para Roche, puesto que proyecta algunas de las obras que marcarán el rumbo y la identidad de su arquitectura. Así, entre 1962 y 1969, se construye el Instituto de Tecnología de Rochester, uno de los campus universitarios de la ciudad de Nueva York, y que proyectan conjuntamente Roche y Dinkeloo.

Desde la distancia, se aprecian unos volúmenes cubiertos de ladrillo visto, que conforman una especie de patio, en el que se ubica una torre en forma prismática, y que se eleva por encima del resto.

En este edificio central se encuentran las oficinas de administración, el auditorio para los antiguos alumnos y los equipamientos deportivos del campus universitario.

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Cerca del edificio de las Naciones Unidas, ubicado en el barrio de Manhattan de Nueva York, Kevin Roche proyectó una singular construcción para la Fundación Ford. Se trata de un edificio en el que se rompe la concepción clásica de un volumen sólido ocupado por espacios para ser ocupados por oficinas.

Puesto que uno de los grandes problemas de la gran urbe neoyorquina es la necesidad de espacio público, la Fundación Ford aceptó la propuesta de Roche de combinar una visión social y otra funcional, de modo que una parte de la superficie, en forma de L, fuera destinada a ser empleada por las oficinas y la otra, de forma cuadrada, a plaza o jardín accesible por cualquier público.

De este modo, el edificio visto desde el exterior se presenta como un volumen de forma cúbica, con estructura metálica y de hormigón, al tiempo que la fachada está realizada con granito, vidrio y acero corten.

El jardín interior fue diseñado por Dan Kiley. En el mismo hay plantas, arbustos, árboles y un estanque, dando la sensación a quienes lo visitan en horario de oficinas de encontrarse en un gran invernadero.

En cierto modo, este concepto de articulación de un jardín en el interior de un edificio fue retomado por el arquitecto español Rafael Moneo cuando se le encargó la remodelación de la estación de Atocha de Madrid, al cubrir de manera acristalada una parte de la misma, dejando un amplio espacio para grandes plantas tropicales en su interior.

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Continuando con la singularidad de los edificios, el tándem Roche-Dinkeloo proyectó en la ciudad de New Haven, de Conneticut, el que sería la sede de Knights of Columbus. Realizado entre 1965 y 1969, se trata de una torre de 23 pisos de planta cuadrada, pero con la singularidad de que en sus cuatro esquinas aparecen enormes cilindros que evocan a una fortaleza medieval. Personalmente, y saltando de escala, me recuerda al castillo de La Calahorra de la provincia de Granada.

Sobre este edificio, Fernández Muñoz nos apunta lo siguiente: “Se convirtió en su momento en un icono de referencia por su singular perfil, consecuencia del método constructivo empleado. Cuatro grandes cilindros en las esquinas constituyen elementos identitarios de la forma final, en una especie de inversión del procedimiento habitual de los edificios en altura, ya que esas cuatro torres contienen los sistemas fundamentales de instalaciones y comunicación”.

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Una de las obras más singulares de Kevin Roche es Las Pirámides, construida entre 1967 y 1972. Es un conjunto formado por tres edificios de oficinas situadas en Indianápolis, en el estado de Indiana, y promovido por Life Insurance Company. Inicialmente, se había previsto crear nueve torres similares en forma de piramidal, aunque finalmente se quedaron en solo tres unidas entre sí en la parte inferior.

Desde el punto de vista constructivo, las torres están formadas por muros de hormigón opaco en los lados que dan a una autopista cercana; en la parte opuesta, son muros cortinas de vidrio inclinados los que proporcionan visibilidad hacia los jardines.

La singularidad de esta obra fue una razón poderosa para que el jurado de los Premios Pritzker se decantara por el arquitecto irlandés para concederle en 1982 este preciado galardón.

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Damos un salto temporal amplio para situarnos ya en el año 2000 y presentar la obra más significativa que Roche ha realizado en nuestro país. Se trata de la ciudad financiera del Banco de Santander que, tal como he apuntado anteriormente, se encuentra en Boadilla del Monte (Madrid).

Volviendo al texto de Fernández Muñoz, este nos apunta lo siguiente: “El nuevo complejo administrativo que el Banco Santander ha edificado en las afueras de Madrid forma parte de un movimiento centrípeto de traslación y concentración de las sedes de las importantes compañías e instituciones públicas fuera del área central de la ciudad. Un proceso cuyos efectos no parecen demasiado positivos para la consolidación de la economía y la imagen de la ciudad, pero que permiten a cambio la mejora de ambas para las entidades que las promueven”.

La fotografía seleccionada corresponde a la imagen del edificio central, de forma circular y acristalada y que se encuentra cortado por cuatro esquinas punzantes realizadas en material pétreo blanco, provocando un claro contraste de texturas.

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Cerramos este recorrido por la obra de Kevin Roche presentando el edificio más singular que haya realizado en Irlanda, su país de origen. Se trata del Centro de Convenciones de Dublín, que se encuentra en funcionamiento a partir de 2010, año en el que se acabó de construir.

Visualmente, es un edificio que impacta al visitante que se acerca al mismo, puesto que se muestra como un paralepípedo, de planta rectangular y con las fachadas de placas de granito beis, cortado en la fachada principal por una especie de cilindro de vidrio inclinado que se articula y entronca con el volumen principal.

Es la última gran obra de un arquitecto que parece querer emular a aquellos genios longevos cuyas existencias parecen marcadas por trabajos creativos que crecen con el paso de los años.

AURELIANO SÁINZ
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