En estos tiempos en que se presume de ignorancia, se desconfía de la ciencia y su método para acceder al conocimiento, como el de las vacunas, la esfericidad del planeta o nuestro propio origen, y cuando las redes sociales echan humo acerca de la inutilidad de la lectura para la bondad de las personas, cabría preguntarse si, efectivamente, es útil leer o, mejor, si sirve para algo. Una pregunta capciosa para todos los ignorantes, los incrédulos del rigor científico y, en definitiva, los alérgicos a los libros.
Sin embargo, se trata de una cuestión pertinente desde el mismo instante en que un referente social, como es cualquier influencer que se precie de ser experto en “crear contenidos”, afirmara en un vídeo que “leer no os hace mejores personas”.
Una afirmación rotunda que cuestiona décadas de alfabetización de la población como ideal educativo y vía para la adquisición de un fundado criterio racional. Y lo hace de manera genérica, no como fruto de su personal experiencia de lector desilusionado.
Y la verdad es que la perogrullada no iba completamente desencaminada si se esperaba que la lectura hiciese buena a una persona a que no es así por naturaleza. Porque leer, como personal enriquecimiento cultural, no garantiza, por sí solo y en todos los casos, la bondad de nadie, sino una visión compartida o corroborada, más allá de la propia experiencia, de la realidad.
Existen lectores que son auténticos indeseables, del mismo modo que hay quien es una excelente persona sin haber leído un libro en su vida. Lo que no cabe duda es que no es posible la existencia de personas cultas, con capacidad de superar las condiciones sociales, económicas o culturales de origen que limitan su desarrollo, sin leer. Puesto que hasta para ser autodidacta se precisa de una amplia costumbre lectora.
Y es que leer es hallar una forma de entender el mundo, verlo a través de otros ojos, de acceder a historias y personajes que de otro modo no se hubieran conocido. Es una forma de encontrarse sin proponérselo, de autoconocimiento, pues permite hallar las palabras para lo que se piensa o se siente y que no se sabía expresar.
Enseña a pensar, a imaginar. También a cuestionar y ser críticos con lo que se sabe, con lo establecido. Desde ese punto de vista, la lectura nos construye, nos moldea y nos forma. Porque leer brinda más oportunidades que el analfabetismo o la ignorancia. Posibilita confrontar ideas y salir de los estrechos esquemas tribales para explorar infinitos horizontes de mundos, emociones, visiones y valores que se desconocían o nos eran ajenos.
Pero, sobre todo, leer contribuye, con su ejemplo, a la educación de los hijos, pues tener libros en casa y habituarse a estar rodeado de ellos para leerlos, por placer o por necesidad, es uno de los estímulos más poderosos para que los hijos también se aficionen a la lectura.
Y para que dispongan de mayores oportunidades de formarse y elevar su nivel educativo. Para que creen su propia biblioteca con la certeza de que constituye la mejor herramienta para cultivar no solo el intelecto, sino también el espíritu. Es decir, la persona en su integridad.
Y es que leer deja huella. Aun recuerdo libros que me impresionaron cuando comenzaba a leer en mi adolescencia. Eran lecturas desordenadas que me llevaban desde Aleksandr Solzhenitsyn hasta Sigmund Freud, pasando por Desmond Morris, Hermann Hesse, Julio Verne, Teilhard de Chardin o Daniel Defoe, por citar algunos autores.
Con todo, es probable que leer no nos hará buenas personas, pero ayudará a que los buenos sean aun mejores y más sabias personas. Porque sabrán valorar que aprender y saber es mil veces mejor que ignorar y desconocer. Algo que aprendí de mi padre, del que heredé el amor a la lectura, y que me he esforzado en transmitir a mis hijos. A pesar de lo que diga un influencer convencido de que leer no nos hará mejores personas.
Sin embargo, se trata de una cuestión pertinente desde el mismo instante en que un referente social, como es cualquier influencer que se precie de ser experto en “crear contenidos”, afirmara en un vídeo que “leer no os hace mejores personas”.
Una afirmación rotunda que cuestiona décadas de alfabetización de la población como ideal educativo y vía para la adquisición de un fundado criterio racional. Y lo hace de manera genérica, no como fruto de su personal experiencia de lector desilusionado.

Y la verdad es que la perogrullada no iba completamente desencaminada si se esperaba que la lectura hiciese buena a una persona a que no es así por naturaleza. Porque leer, como personal enriquecimiento cultural, no garantiza, por sí solo y en todos los casos, la bondad de nadie, sino una visión compartida o corroborada, más allá de la propia experiencia, de la realidad.
Existen lectores que son auténticos indeseables, del mismo modo que hay quien es una excelente persona sin haber leído un libro en su vida. Lo que no cabe duda es que no es posible la existencia de personas cultas, con capacidad de superar las condiciones sociales, económicas o culturales de origen que limitan su desarrollo, sin leer. Puesto que hasta para ser autodidacta se precisa de una amplia costumbre lectora.
Y es que leer es hallar una forma de entender el mundo, verlo a través de otros ojos, de acceder a historias y personajes que de otro modo no se hubieran conocido. Es una forma de encontrarse sin proponérselo, de autoconocimiento, pues permite hallar las palabras para lo que se piensa o se siente y que no se sabía expresar.

Enseña a pensar, a imaginar. También a cuestionar y ser críticos con lo que se sabe, con lo establecido. Desde ese punto de vista, la lectura nos construye, nos moldea y nos forma. Porque leer brinda más oportunidades que el analfabetismo o la ignorancia. Posibilita confrontar ideas y salir de los estrechos esquemas tribales para explorar infinitos horizontes de mundos, emociones, visiones y valores que se desconocían o nos eran ajenos.
Pero, sobre todo, leer contribuye, con su ejemplo, a la educación de los hijos, pues tener libros en casa y habituarse a estar rodeado de ellos para leerlos, por placer o por necesidad, es uno de los estímulos más poderosos para que los hijos también se aficionen a la lectura.
Y para que dispongan de mayores oportunidades de formarse y elevar su nivel educativo. Para que creen su propia biblioteca con la certeza de que constituye la mejor herramienta para cultivar no solo el intelecto, sino también el espíritu. Es decir, la persona en su integridad.

Y es que leer deja huella. Aun recuerdo libros que me impresionaron cuando comenzaba a leer en mi adolescencia. Eran lecturas desordenadas que me llevaban desde Aleksandr Solzhenitsyn hasta Sigmund Freud, pasando por Desmond Morris, Hermann Hesse, Julio Verne, Teilhard de Chardin o Daniel Defoe, por citar algunos autores.
Con todo, es probable que leer no nos hará buenas personas, pero ayudará a que los buenos sean aun mejores y más sabias personas. Porque sabrán valorar que aprender y saber es mil veces mejor que ignorar y desconocer. Algo que aprendí de mi padre, del que heredé el amor a la lectura, y que me he esforzado en transmitir a mis hijos. A pesar de lo que diga un influencer convencido de que leer no nos hará mejores personas.
DANIEL GUERRERO
FOTOGRAFÍA: DEPOSITPHOTOS.COM
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