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Carmen Giménez Alvear | Mujeres bodegueras, mujeres Alvear (I)

Aprovechando que hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer, quiero dar voz a tres mujeres de mi familia, posiblemente pioneras en el mundo del vino de Montilla: Luisa, Sabina y Candelaria Alvear. Y espero, sinceramente, que puedan servir de referente a aquellas niñas o mujeres que ya son –o quieran ser– enólogas, viticultoras, sumiller, bodegueras... y que anhelen desempeñar cualquier oficio relacionado con el vino o, simplemente, disfrutarlo.


Jugar entre botas en la Bodega del Escudo, sentir las viejísimas soleras de la Sacristía de Alvear o meter la nariz en la copa de coñac de mis tíos, acurrucados de frío en la mesa camilla de la casa familiar en la calle Diego de Alvear, es una parte maravillosa de mi infancia. Y es que el vino es infancia, familia, historia, territorio… Es tradición. Pero el vino también es –o debería ser– evolución e, incluso, “revolución”.

Ángela Jiménez Luque-Romero y yo hemos tenido el privilegio de ser las primeras mujeres miembros de la Cofradía de la Viña y el Vino de Montilla. Desde el instante en que me lo ofrecieron, pensé que era una oportunidad de romper “techos de cristal”, como siempre han hecho las mujeres de la familia Alvear.

Es cierto que la más conocida fue Sabina Alvear y Ward. Pero no fue la única mujer “rompedora” de la familia Alvear. Por limitarnos al siglo XIX, me gustaría referirme a Luisa Ward –su madre– o a Candelaria –su hermana–, que también fueron grandes viajeras, diligentes gestoras de su patrimonio e impulsoras de Bodegas Alvear.

Luisa Ward de Alvear


¿Qué nos diría Luisa Ward un día como hoy? Probablemente se dirigiría a nosotros en inglés, aunque hablaba un perfecto español, y nos hablaría desde su casa en Cádiz, Montilla o Madrid o desde algún lugar de Inglaterra, Francia, Portugal, Bélgica o Suiza, países de los que tenemos constancia que visitó en alguno de sus numerosos viajes, que realizaba acompañada de sus hijos, combinando ocio y relaciones sociales con actividad empresarial.

Nacida en 1786 en Ostende (Países Bajos), Luisa Ward realizó su primer gran viaje de Londres a Montilla en 1806 tras haber contraído matrimonio con Diego de Alvear, bajo rito anglicano, en la Parroquia de Santa Margarita Westminster de Londres, el 28 de septiembre de 1805. Sí, sí… realmente fue una mujer muy “moderna” pero a España se vino ya casada y acompañada de su madre.

El 20 de enero de 1807 ratificaría su matrimonio por el rito católico en la Parroquia de Santiago de Montilla y, cinco meses después de la boda, el matrimonio se trasladó a vivir a Cádiz, donde Diego Alvear había sido destinado. Allí vivieron veinte años y allí nacieron la mayoría de sus hijos.

Como es conocido, en 1810 Diego sería sido nombrado Gobernador Político Militar de la Isla de León, jugando un papel esencial en la defensa de Cádiz frente al francés. Una vez terminada la invasión francesa y obtenida por Diego la preceptiva licencia, el matrimonio se traslada a Inglaterra en 1814 para acompañar Luisa a su padre, que había enviudado.

Luisa y Diego permanecerían fuera de España hasta mayo de 1817, residiendo principalmente en Londres pero también con una larga estancia en París. En Londres intensificaron las relaciones fraguadas en Cádiz. Especialmente durante el sitio de Cádiz, la casa de los Alvear había sido el principal punto de encuentro entre los mandos ingleses y la alta sociedad española allí confinada. A su vez, gracias a las recomendaciones que consiguieron en Londres, pudieron introducirse en la alta sociedad parisina.

Pero quizás el viaje de Luisa que más impacto tendría en Bodegas Alvear es el que, ya viuda, emprende en julio de 1834 con sus hijas Catalina (24 años), Sabina (19 años), Candelaria (11 años) y su hijo Enrique (20 años). Los pasaportes expedidos en los años treinta del siglo XIX para Luisa y sus hijos nos permiten acompañarlos en el viaje que realizaron a París y Londres en los convulsos años de 1834 a 1837.

Un viaje que refleja la determinación de una mujer extranjera para atravesar una España asolada –y confinada– por una pandemia de cólera-morbo e inmersa en la primera Guerra Carlista, con zonas de conflicto repartidas por el país, lo que añadía riesgos y dificultades al viaje.


Pero el periplo no solo se completó con éxito sino que fue determinante para que sus hijos Enrique, Sabina y Candelaria estableciesen importantes y sólidas relaciones en París y Londres, que contribuirían a que quince años más tarde Bodegas Alvear fuese la primera bodega de Montilla con una decidida actividad exportadora en el siglo XIX.

Al menos dos viajes más realizaría Luisa al extranjero: en 1851 viaja a Londres y París con sus hijas Sabina y Candelaria; y en 1855 vuelve a Francia, acompañada de sus hijos Enrique, Sabina y Candelaria, visitando la Exposición Universal de París donde sus vinos empiezan a ser premiados. A su vez, también visita Bélgica y Suiza.

Transcribo algunos párrafos de la carta que el 23 de abril de 1856 dirige desde Madrid a su hijo Francisco, que si bien no era todavía responsable de la bodega –sustituiría a su hermano Enrique en 1861–, evidencia el interés y conocimiento de toda la familia, mujeres incluidas, en el devenir de Bodegas Alvear.

Queridísimo Paco mío: Recibimos la carta con el conocimiento del Capitán que llevan las 20 cuarterolas (botas pequeñas utilizadas para la exportación), que esperamos no tengan más detenciones, espero que saldrán al momento, que ya era tiempo, puesto que se encargaron en Enero. Espero también que darán satisfacción y que desde luego pidan más.

González y Dubosc de Xeréz han estado en Montilla y nos han tomado 350 arrobas a 50, 70 y 90. Habiendo tomado sobre dos mil en la Sierra y en diferentes puntos para formar la bodega, pero lo nuestro van a llevar a Xérez para mandar a Londres, y querían más cantidad de esos precios, que no quiso Antonio
(Antonio de la Cruz, capataz de la bodega) dárselo para no perjudicar las Pipas (de la Bodega de la Casa) y poder reponerlos con los del Lagar. La cosecha toda se teme se pierda por el oídium que se ha presentado en todas partes (…).  El vino este año ha dado muy bien. Según ha calculado Candelaria se ha vendido por cerca de 45 mil reales, que no será mal (…)".

Esta es una carta extensa y que refleja la personalidad de esta mujer, su involucración en la gestión del patrimonio familiar y su bodega pero, también, su excepcional vida social cuando narra: "Aún no sabemos cuál será nuestros planes este verano (…). Ha habido mucha tifus en Córdoba y temo lo mismo sucederá con Montilla con tanta agua (…). La Montijo (en referencia a la condesa de Montijo, madre de la emperatriz Eugenia) debe volver a principios de Mayo y así si nos quedamos aquí lo pasaremos bien".

CARMEN GIMÉNEZ ALVEAR
FOTOGRAFÍAS: FUNDACIÓN ALVEAR

BODEGAS ALVEAR


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