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José Antonio Hernández | Apocalipsis cognitivo

El oportuno, detallado y riguroso análisis de la situación científica, económica, social y política actual que Gerard Bronner nos proporciona en Apocalipsis cognitivo (Barcelona, Paidós, 2022) constituye, a mi juicio, una denuncia valiente y una propuesta razonable para que, en la medida de lo posible, se eviten las consecuencias devastadoras de las actuaciones irracionales, de las cegueras ideológicas y de los intereses nacionales e individuales tan generalizados en estos días.


Su reflexión nace de un hecho cierto: la pandemia mundial del covid-19 nos ha demostrado que “la coordinación internacional y la atención a los avances científicos son más necesarios que nunca”. Este estudio parte del supuesto de que el cerebro es la herramienta más compleja del universo conocido, y se asienta en la convicción de que su mayor disponibilidad abre –podría abrir– muchas –todas– las posibilidades de un progreso realmente humano, aunque en la práctica se pueda desvirtuar e incluso malversar de diversas maneras.

Constata cómo, en la actualidad, se ha generalizado la sensación de que el tiempo corre demasiado, de que la historia avanza de manera vertiginosa y de que los acontecimientos se suceden sin que seamos capaces de asimilarlos. Estamos –insiste– en una situación inédita y revolucionaria.

Otro hecho innegable –explica– es que cada vez hay más “tiempo de cerebro disponible” para aumentar el control de las grandes incertidumbres humanas, gracias a la productividad del trabajo, a la mayor esperanza de vida, a los permanentes progresos de la medicina y de la higiene y, sobre todo, debido a la externalización de nuestros trabajos físicos mediante el empleo de las máquinas

En su opinión, también debemos reconocer que el auge de los populismos y de la fragmentación del bien común en favor de los intereses particulares disminuye la posibilidad real de coordinarse con el fin de alcanzar una decisión ventajosa y conduce a una irracionalidad colectiva.

A pesar de ese aumento del tesoro de nuestro tiempo de “cerebro disponible”, estamos aún lejos de imaginar todos los peligros con los que nos amenaza y, más aún, de oponerles resistencia. Por eso estoy de acuerdo en que debemos estar atentos para preservar unas condiciones sociales y económicas que permitan el desarrollo de las ciencias, de las humanidades y de la tecnología y, por supuesto, la promoción de la igualdad de oportunidades.

No se trata, ni mucho menos, de regresar a un despotismo ilustrado sino de advertir la necesidad de cumplir con la obligación que contraen los políticos de las diferentes ideologías y de las distintas administraciones para mantenerse atentos y para informarse, asesorarse y orientarse con las conclusiones de las actuales ciencias y tecnologías, incluso de las ideas que ofrecen las ciencias humanas para impulsar el crecimiento personal y extender el bienestar social.

Pienso que, como mínimo, los políticos y los científicos podrían aprovechar estos días de descanso para leer y para releer este oportuno libro.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO