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Manual del político honrado

Conocedores del grado de abnegación y sacrificio al que voluntariamente se someten nuestros representantes públicos electos, qué menos que dedicarles algunos humildes y altruistas consejos con los que hacer frente a este quehacer tan desagradecido.

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¿Acosado por periodistas que se salen del guion y le interpelan con preguntas indiscretas? ¡Convoque una rueda de prensa sin preguntas! Estamos en el siglo XXI, tenemos que adaptarnos a los tiempos que corren y la institución de la democracia no puede ser una excepción que nos estropee una bonita trama de corruptelas. Dé su versión del asunto, siéntase víctima y denigrado y deje que tomen nota alegremente estos pobres diablos que bastante tienen con llegar a fin de mes cobrando 5 euros por artículo como para preocuparse por lo que vaya usted a decir por esas comisioncillas sin importancia.

¿Ansioso por llegar al poder a toda costa? ¿Muchas deudas pendientes por liquidar, verdad? ¡Prometa imposibles en su campaña electoral y dibuje un panorama nacional tan idílico que haga que todo aquel que no le vote se sienta culpable! Luego ya se cumplirá lo dicho o no, oiga, que usted no sabía la situación en que la oposición le iba a dejar a la santa madre patria y, ni mucho menos, cuenta con dotes de adivino para vaticinar la deriva económica bajista que iba a adoptar el ciclo económico. Y el que no lo quiera entender, ¡que no lo hubiera votado, usted no obligó a nadie, para eso estamos en una democracia!

¿Salpicado por algunos asuntillos que aparecen a ojos de la opinión pública más turbios de lo que realmente son? ¡Apártese y busque refugio en el Senado! Claro, ¡el Senado! ¿Quién se acuerda del Senado entre elecciones y elecciones? Si hasta hicieron las papeletas electorales tamaño A-3 con tal de que alguien hablara del Senado. Blíndese, al igual que su coche oficial, con alguno de los generosos privilegios que los padres de la Constitución le obsequiaron hace algunas décadas, relájese en el bar subvencionado de la Cámara Alta, y observe desde la distancia como a ese juez inoportuno se le multiplican las trabas para llegar hasta usted antes de que prescriba su pequeño desliz.

Pero, sobre todo, no dimita. ¡No dimita! Resista, desaparezca de la opinión pública, critique y desahóguese con sus familiares y allegados aspirando el ascendente aroma de un Cohiba reserva mientras espera que la tormenta arrecie en el exterior. La actualidad manda, y usted pronto dejará de serlo; y si le pilla algún mundial o europeo de fútbol, mejor que mejor.

PABLO POÓ
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