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Puñetera miseria

Hace unos días fui a comprar a un supermercado y, mientras estaba en la cola, esperando mi turno para pagar en la caja, presencié una escena estremecedora. Delante de mí había una señora joven con una criatura de unos cuatro años y, al ir a pagar, se dio cuenta de que no le llegaba el dinero para algunas cosas, entre ellas, aceite, leche y galletas.

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La chica, abrumada, le comentó a la cajera que iba a dejar algunas cosas, pero el pequeño empezó a gemir: "¡Mamá, las galletas y el Cola-cao no!". La señora trató de hacerle entender que no tenía suficiente dinero pero el niño parecía no tener consuelo.

Entonces, otra cliente que estaba cerca le pidió a la cajera que le cobrase a ella la leche y las galletas, para no dejar al chiquillo sin ellas. Un gesto que nos llevó al resto de personas que estábamos en la cola a pagar toda la compra, algo a lo que la muchacha no se negó y no sabía ni cómo agradecer.

Desgraciadamente, casos así se dan a miles: personas que van a comprar y no tienen para lo más indispensable. Y mientras, este país nuestro está lleno de chorizos de guante blanco, que roban y roban sin pudor alguno y, lo peor, sin que les pase nada.

Me indigna que el Gobierno sólo se limite a poner excusas y a negar la verdad ante los casos de corrupción y ante las muchas penalidades por las que pasan los parados de nuestro país.

Ojalá algún día esta crisis tenga solución, al menos para esta juventud llena de ilusión por trabajar y por tirar para adelante. Los jóvenes quieren vivir su vida, quieren ver hechos realidad sus sueños, pero no pueden y se sienten impotentes ante la situación que nos ha tocado vivir. Pasan muchas fatigas y necesidades y tienen que seguir viviendo con los padres o con los abuelos.

De igual manera, las familias que tienen a todos sus miembros en paro lo pasan de manera horrible y sólo de pensar en el futuro que les espera, se sienten muy mal y frustrados e impotentes.

¿Pero quién tiene ganas de cambiar esto? Los políticos, de momento, bien poco, pues sólo piensan en sus intereses. Sabemos ya que en el mundo, dos de cada tres personas sufren desnutrición y que a muchas personas aquí, en nuestro país, las echan a la calle con los desahucios, empujando a muchos al suicidio.

Si no ponemos todo nuestro esfuerzo en ayudar a quienes más lo necesitan, la miseria nos condenará a todos. Esta espantosa situación de España es alarmante. Pese a ello, la inconsciencia de los pudientes –que no ponen todo su esfuerzo en ayudar a todos los que sufren- se ensancha cada día más.

En consecuencia, estas personas sabrán que continuarán sufriendo sin nadie lo remedia. No se trata de que todos seamos iguales en todo sino que se combata la excesiva desigualdad, empezando por quienes atesoran tanto a costa de los demás.

Porque algunas personas estén menos dotadas que otras y tengan menos posibilidades materiales o intelectuales no debemos consentir que sufran un presente angustiado. En contra de lo que algunos sostienen, la gran mayoría no se lo ha buscado sino que la maldita crisis los ha abocado a esta penosa situación.

Por el contrario, a los corruptos, a los mangantes y a los ladrones que nos han llevado a esta situación –y que son todos como las aves de rapiña- les ha importado bien poco la naturaleza humana y las necesidades de la sociedad: ellos han ido a lo suyo, los muy sinvergüenzas; han pensado sólo en llenarse los bolsillos, cuanto más, mejor.

Muchos de ellos eran simples currantes antes de la crisis y no tenían dónde caerse muertos. Por eso, tendrían que reflexionar, escuchar a su conciencia si es que les queda y ayudar y esforzarse por los que no tienen nada. De este modo, ayudarían directa o indirectamente a paliar la futura miseria que se nos avecina a la gran mayoría. Pero, sinceramente, lo veo tan imposible como pasar un camello por el ojo de una aguja.

JUAN NAVARRO COMINO
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