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Desorientación

El ser humano, como individuo pensante que se presupone que es, no cesa de cuestionarse diversos factores y situaciones de su vida. "Qué empleo será el más idóneo para mi futuro"; "dónde me gustaría crear una familia"; o "qué hago hoy para cenar si no he pisado una cocina en la vida" son algunas de las innumerables cuestiones que se nos pueden plantear a lo largo de nuestra existencia. Si las resolvemos, nos sentimos plenos y realizados.

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El problema acude cuando las respuestas a una dubitación no se presentan o son del todo insatisfactorias. Las empresas desarrolladoras de videojuegos están conformadas también por personas. Pese a que, a veces, resulte más verosímil pensar que las forman muñecos tententiesos, aquellas figuras que por muchos golpes que reciban vuelven a posicionarse de igual modo que al inicio.

Así y con todo esto, por culpa de esa insistencia continua por permanecer con la misma filosofía, estos trabajadores no encuentran el sendero que deben seguir, las respuestas necesarias. Se confunden y tropiezan. Una y otra vez.

Probablemente una de las compañías más emblemáticas e idóneas para arrancar en este mar de dudas sea Service Games o SEGA. No se confundan, no queremos decir que la compañía sea simbólica por su calidad, aquella de la que antaño podía presumir. La usamos como ejemplo más que perfecto para ilustrar cuál es el camino que se debe seguir para echar por tierra los logros obtenidos anteriormente.

Como algún despierto lector podrá imaginarse, nos referimos a la obra madre de SEGA: Sonic the Hedgehog. El caso del erizo azul. No sólo porque los primeros títulos de esta saga fueran tan recomendables como denostables los más cercanos a nuestro presente. También resulta alarmante el tiempo que lleva dicha mascota entre penumbras.

Si el año pasado cumplía su vigésimo aniversario, la mitad de esos años se los ha pegado dando tumbos a ver dónde se encontraba mejor. El caso de Sonic clama al cielo. Pese a todo, se continúa sin satisfacer a sus compradores al no sacar al mercado una entrega de calidad, prostituyendo al personaje con un nuevo juego anual carente de cualquier mínima esencia. SEGA, primer premio al desorientado nato.

Observando con detenimiento el ejemplo del caso venidero, podemos llegar a la conclusión de que son las empresas más veteranas, aquellas con las sagas más asentadas, las que padecen este síndrome del viajero perdido.

Konami es internacionalmente conocida por títulos como Castlevania o Metal Gear. También es conocida por abrir en canal juegos como Silent Hill o Pro Evolution Soccer (PES). La desarrolladora parece que ha estado disfrutando cavando la que sería su propia tumba. Los jugadores que buscaban una emulación del deporte rey encontraron en PES 5 y 6 un gran aliciente para pasar las lluviosas o calurosas tardes en casa de un amigo.

Sin embargo, se confiaron y comenzaron a descuidar al producto: dejaban el mismo motor para los gráficos, las opciones de juegos eran parecidas y limitadas, entre otros factores como la escasez de fichajes nuevos, demostraban que el único esfuerzo llevado a cabo a lo largo de ese año, era el reciclaje de la anterior entrega para hacer la futura.

PES 7, 8 y sucesivos olerían igual que sus anteriores entregas. Olerían a pescado pasado de fecha. Así claro, a poco que hiciera su competencia más directa, FIFA, siempre resultaría vencedor en la pugna.

Silent Hill anda en tierra de nadie. Muy "silent", pues no provoca ningún revuelo mediatico un nuevo lanzamiento de esta saga. Nada "hill", porque su estima se encuentra por los suelos. Juegos mediocres –ojo, que no malos-, no hacen lo suficiente por alzar el vuelo de una de las franquicias de mayor calidad en la generación anterior de consolas. No puede porque le pesa demasiado, pero si Cabeza Pirámide alzara el cráneo...

La ausencia de títulos de calidad del género survival horror, aquellos juegos que sitúan su ambientación en un mundo terrorífico donde sobrevivir de los monstruos a base de la resolución de puzles, no es culpa exclusivamente de Konami y Silent Hill.

Llegados a este punto hay que hablar, forzosamente, de la otra saga que fuera en un pasado referencia absoluta de dicho género. Resident Evil no es lo que llegó a ser en su día. Así lo ha dejado patente Capcom con la sexta entrega lanzada hace pocos días. Un título plenamente de acción que se aleja lo más posible de sus raíces, que además resulta insatisfactorio en bastante de sus aspectos tanto por la crítica especializada de la prensa, como por el público.

Ni una palabra al respecto de la película recién estrenada con la que comparte el nombre y la manía por pegar tiros. La intención del texto es informar, no que el público se ría a costa de una producción fílmica. A pesar de alejarse de lo que fuera anteriormente, al menos cuenta con lanzamientos anuales.

La compañía parece haberse olvidado de una de sus más carismáticas creaciones, Mega Man, que en 2012 cumple 25 años. El fallo se materializa al observar cómo no se crea un evento que celebre semejante celebración, así como la ausencia de títulos principales del personaje, como fuera la serie Megaman X. Pobre hombrecito azul virtual.

Centenares de empresas y sus franquicias características podrían ser citadas igualmente. Electronic Arts y sus Battlefield clónicos, Square-Enix y su afán por mejorar la poco apreciada saga de Lightning, entre muchos otros. Lo peor llega cuando nos centramos en las compañías propietarias del hardware a la venta.

Nintendo parece haberse caído estrepitosamente con Wii y pretende acercarse al jugador acérrimo con Wii U, ahora que ese mercado se encuentra acaparado por la competencia. Sony podría parecer estable, con su público bien situado. No obstante, eso no es más que la punta del iceberg: no han vendido tantas unidades de PS3 como les hubieran gustado, PS Move carece de éxito notable y las PS Vita vendidas rondan una suma de chiste.

Microsoft anda poco perdida, quizá de las tres es la que más orientada se encuentra. Lo extraño sería que no estuviera así. Una empresa que no innova en absoluto ni crea nada en especial no tiene nada en especial que plantearse. Su Xbox 360 vende como siempre y listos. ¡No, no, esperad! Olvidábamos a Kinect, ese invento que ha terminado por enterrar nombres como Dragon Ball, y ha adulterado nombres como Fable. Aún así, tampoco anda muy perdida. Dance Central funciona bien.

Desde un punto de vista macro, el propio mercado de videojuegos japonés se encuentra en crisis. No hablamos de la económica, que también, pero esa la conocemos todos. Si en las personas se está dando crisis de valores, en las desarrolladoras esto se transforma en crisis de creatividad, originalidad. Imaginación.

Sí, hay empresas, en su mayoría occidentales, como Bethesda o Ubisoft que están más afianzadas que nunca con juegos como Dishonored, Assasin´s Creed o el resurgir de Rayman. Pero resulta insuficiente. Se huele en el ambiente un hedor a patetismo, a desorientación extrema, donde parece que se está tanteando constantemente el terreno sin llegar ninguna propuesta a buen puerto.

Parte de culpa podría deberse, en especial en el caso de las tres grandes, a la falta de una nueva generación de consolas. De todos modos, echarle la culpa exclusivamente a esto sería engañarnos. El negocio del videojuego no se encuentra centrado, estable. Las desarrolladoras flotan en una especie de nebulosa donde no terminan de cuajar, donde no encuentran respuestas ante qué hacer y cómo actuar de cara a los compradores.

Dicen que aislarse a la naturaleza ayuda a meditar con mayor profundidad. Quizá estas compañías sea lo que necesiten para volver a orientarse y seguir un rumbo concreto, tanto ellas como organización, como de cara a la producción de sus juegos. Rockstar, Red Dead Redemption: ¿les echáis una mano?

SALVADOR BELIZÓN / REDACCIÓN
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