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Juan Eladio Palmis | Todo un éxito

A la pregunta de cómo había salido el paciente de la intervención quirúrgica, el cirujano no dudó en decirles a los familiares aquello de "se ha muerto, pero ha sido una operación muy vistosa y de mucho éxito". Eso mismo nos lo están diciendo ya de continuo respecto al poder adquisitivo y la expectativa de calidad de vida de casi ya dos generaciones prácticamente, si a cada generación le damos un intervalo de tiempo de veinticinco años.



Estamos ante unos años, prácticamente las dos generaciones gastadas, donde en España, la vuelta hacia situaciones sociales de pura miseria, de esclavitud laboral, de desprecio del patrón por el mundo del trabajo, es una realidad palpable que está ahí, que no se dio ni después de las guerras, supuesto que cuando terminaran las diversiones que son las guerras para muchos, las generaciones supervivientes fueron a más en el bienestar inversamente proporcional a la cantidad de religión cristiana a la que estaban sometidos.

Puede que sea también la primera vez en la historia de esta Península que cuando vienen los suramericanos de sus repúblicas de infiernos en vida, donde el gringo y sus latigueros las han convertido en basureros carentes de todo respeto por la vida y la dignidad, y todavía manifiestan que España es un paraíso con esa calificación totalmente superficial de los muchos mandamases españoles que están en la larga lista de espera de ser trincados por las justicias y que se animan a seguir con sus desmanes porque ven que queda margen.

Pero la realidad es que una manada de incompetentes fatuos, a los que nada más les gusta hablar para escucharse, que todo su afán se centra en la pura apariencia en la vestidura y el estar, juntamente con un pueblo que se ha dejado que lo hagan inculto y cómodo viviendo en su incultura y despreocupación social, ha dado ya como resultado que nuestros hijos y nietos no van a vivir, ni por asomo, con la capacidad de libertad y con el poder monetario y calidad de servicios públicos que se gestaron cuando, a pesar de la misma o mayor presencia que en la actualidad, que la misma o mayor injerencia del clero en la sociedad civil, intentaron llevar a España a ese huerto donde ahora se rasca sus pulgas al estilo caballar: dando coces, sin saber dónde le pica a la gente, porque le falta cultura para averiguarlo.

Como es del todo lógico, a aquellos familiares del enfermo citado que murió en el fragor de una exitosa operación quirúrgica le importaron tres carajos y medio el éxito o no de la intervención y, el comentario debería de habérselo callado el cirujano.

Pues en la misma senda imbécil de dicho cirujano camina la estupidez de unos dirigentes políticos españoles, de unos estamentos, de un pueblo, palacio por palacio, funcionario por funcionario, ama de casa por ama de casa, trabajador por trabajador, que ya, sin entrar a si van a tener o no pensión de vejez, cosa que le importa tres leches frescas al mando patrio, el hecho de que los patrimonios recibidos en herencia, en una inmensa mayoría, los herederos no los van a poder mantener por la sencilla razón de que dos generaciones de españoles se han perdido porque se habían creído que los sueldos y los horarios buenos son los que fijan los patronos, avalados por los comentarios favorables de los tertulianos de la tele.

Y puede que lo peor del caso es que la tercera generación que acaba de dejar la chupeta por las litronas y el postureo, la que dice que la política es cosa de abuelos carcas, están convencidos de que el mejor lugar donde se pueden fijar los convenios colectivos es esperar la opinión al respecto de los centros comerciales y sus variadas ofertas, bien de primavera o de invierno.

Todo ha estado muy cómodo y muy bonito. Lo normal es que te encuentres con gente tan sumamente irresponsable como para que te digan: “A mí la política no me gusta, no me interesa; que mande el que quiera; total, da lo mismo, todos son iguales…”. ¡Pues toma igualdad, amigo!

España, la España de la despreocupación y a la que no le interesa la política, ni tiene trabajo, está desorientada, y en un porcentaje muy elevado de los que marchan al extranjero a buscarlo vuelven, casi los mismos que se han ido, con el rabo entre las piernas disconformes con unas formas de vida que no son las suyas y el aburrimiento de vida se los come. La cosa es mucho más triste de la triste realidad que intentamos reflejar, sabiendo que a la gente estas cosas ni las lee ni les preocupa.

No hace muchos días atrás, decía una mujer en el autobús: “Yo prefiero votarle y que gobiernen los “míos” aunque roben...”. Imprudentemente no pude contenerme y le respondí, dado que la señora lo dijo en voz alta buscando la aprobación de su sagacidad entre los presentes: “Señora, no se sí se habrá percatado, pero los suyos siguen fregando escaleras y todavía no han alcanzado ni un poquico de poder”. Salud y Felicidad.

JUAN ELADIO PALMIS
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