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Pepe Cantillo | Por la Paz y la No Violencia

Este 30 de enero se celebró el Día Escolar de la No Violencia y la Paz​. Dicha efemérides parte del año 1964, por iniciativa del profesor español Llorenç Vidal, que también es autor del himno Hermanos de las Estrellas. La idea será oficialmente reconocida por la UNESCO en 1993. Estamos ante una fecha más dentro de las propuestas por organismos oficiales a nivel mundial aunque es poco conocida. Este tipo de celebraciones hay que extenderlas a los 365 días del año pues, de lo contrario, no dejan huella.



El objetivo es concienciar desde la más temprana edad en una cultura en pro de la paz, la solidaridad, la tolerancia, la no-violencia y el cumplimiento y respeto de los Derechos Humanos. La escuela es capital en esta concienciación, aunque nadie ha dicho que sea un objetivo fácil de alcanzar.

Junto a la escuela y al unísono con ella, la familia tiene un papel fundamental. El no va más sería poder coronar el triángulo con una sociedad predispuesta a aunar esfuerzos, pero últimamente nuestro entorno social deja mucho que desear.

Hablamos de educar personas que deben aprender a vivir sin trampas, primero consigo mismas para ser capaces de con-vivir con los demás. En definitiva, se trata de aprender para comprender y así poder decidir para actuar libre y responsablemente.

Vivimos tiempos confusos, saturados de revoltijo político, ideológico donde el rechazo del otro porque no piensa como yo, es evidente; tiempos en los que el incumplimiento de las obligaciones y la falta de responsabilidad saltan a la vista.

Por eso hay que poner al alza el valor de la no-violencia frente a la violencia, defender que renta más la paz que la guerra, asumir que el egoísmo fractura la convivencia, que a los demás se le debe un mínimo de deferencia hasta alcanzar un máximo de respeto. Aun así, dicho miramiento sería el escalón más bajo de ese anhelado respeto. El respeto es antes que nada un proceder vivencial que denota madurez emocional y que conlleva responsabilidad personal hacia la convivencia.

El Día Escolar de la No Violencia y la Paz es un toque más de alerta en pro de dicha convivencia. Parece una meta imposible de alcanzar ante la constatación de una feroz y creciente agresividad por parte de todos nosotros. A pesar de todo siempre queda la esperanza de recoger frutos si antes se ha sembrado.

El problema y a la par el desafío para los próximos años es ser capaces de acertar en cómo educar en la no-violencia, cuando parece que ésta aumenta a edad cada vez más temprana y cuando cada día llegan noticias de hechos crueles perpetrados por imberbes jovenzuelos (ellos y ellas) que seguramente creen estar jugando a ser malos malotes.

¿Se trata de divertirse con travesuras mientras se hacen mayores? ¿O el asunto es más grave? Puede que piensen que delinquir, robar, saltarse las reglas e incluso matar es un juego que solo sale mal si te cogen. Y aun así ¿qué te puede pasar si eres menor de edad?

Acosar en el hogar, en la escuela, en el tráfico sea de coches, motos, bicicletas, peatones resabiados, es ya casi normal, al menos en las ciudades. De esta gripe convivencial no se salva nadie, ni jóvenes ni mayores. En discotecas y lugares de ocio juvenil engancharse con el otro es más frecuente de lo que parece. Del deporte para qué vamos a hablar cuando el fútbol debería estar de luto una temporada sí y la otra también.

La violencia, que en términos generales nos envuelve, denuncia que estamos fracasando como personas. Violencia en la escuela donde las múltiples variables de acoso, agresión directa o virtual están en aumento; en la familia, donde si doloroso es el maltrato paterno, tanto o más lo es que los hijos agredan a los progenitores.

Un paréntesis. Todo mi respeto para el juez de menores Emilio Calatayud, porque no tiene reparos en decir algunas verdades, aunque sean improcedentes para el público en general. Afirma sin reparos: “hablamos de los derechos de los niños y nos olvidamos de los deberes” y no precisamente escolares, insisto yo.

Remata el tema cuando dice que “hemos pasado de ser esclavos de nuestros padres a esclavos de nuestros hijos, convirtiéndolos en pequeños tiranos”. Hemos confundido autoridad con autoritarismo y hemos pasado de un extremo a otro”. No está lejos de la realidad aunque cueste admitirlo. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

Sin embargo, nadie habla ni reivindica los deberes, repito que no son los escolares, aunque se nos llene la boca reclamando los derechos que siempre son los míos, nunca los de los demás. Claro que las obligaciones no molan porque requieren sacrificio. Por supuesto, hablar de esfuerzo ofende oídos de personal bien pensante. La lista podría ser más amplia.

Poco a poco hemos frivolizado las circunstancias violentas. Se viene diciendo que la pérdida de autoridad es una de las razones por las que vivimos en un continuo estado de agresividad. Sin despreciar dicha afirmación, me atrevo a matizar e insistir en que el problema es más profundo y lo que falla es el sagrado respeto al prójimo, sea niño o niña, mujer, anciano, joven o persona madura.

Enero ha sido un mes algo movidito en este nefasto campo. Los datos que cito son de distintos puntos geográficos y hace bien poco de ellos. ¿Cómo hemos llegado a situaciones como las siguientes? Hay por desgracia mas hechos similares a estos.

La Policía detenía a dos chicos de 14 y 16 años que entran a robar al piso de una pareja de ancianos a los que terminarán acuchillando. Una jovencita de 15 años agrede con un cuchillo a otra de 13 después de haber reñido en el patio del colegio. Dos menores hieren a navajazos a un joven con el que habían discutido. Otros dos menores apuñalan a dos mujeres al tratar de robarles el bolso...

En el caso de los ancianos acuchillados, alguien argumentaba que los agresores eran gitanos. No me vale ni como acusación, ni como desgravación, ni como racismo vil. Da igual si quien usa la violencia, agrede y/o mata es gitano o payo –“aldeano, ignorante y rudo” (sic)–, blanco o negro, rico o pobre. Lo doloroso es que nos enfrentamos a un comportamiento incívico, irresponsable y en muchos casos criminal.

Puede que una de las razones de fondo de todo este desmadre resida en que maltratar, agredir e incluso matar al otro sale barato. El castigo, es decir “la pena que se impone a quien ha cometido un delito o falta” (sic), es suave. Porque no quiero pensar que se esté actuando así por divertimento. Y si es por verdadera malicia, pronto empezamos.

Ante esto sean niños, jóvenes mas creciditos o mayores hacen daño porque la factura que deben pagar no es alta, la aplicación de la ley es muy liviana y, total, puede que piensen que con un buen comportamiento o con servicios a la comunidad se obtiene una rápida vuelta a la sociedad, lo que incita a no tomar el tema en toda su importancia y trascendencia.

La palabra que acabo de encontrar ofrecida por la RAE como vocablo del día, suena raro pero su alcance es importante como síntesis de parte de lo referido en las líneas de esta entrega: “Yoquepierdismo” procede de “yo que pierdo” e “-ismo” (sic) y viene a significar ¿yo qué pierdo con mi posible comportamiento irresponsable?

PEPE CANTILLO