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Aureliano Sáinz | ¿Patria?

Cuando se publiquen estas líneas ya se habrá celebrado el Salón Erótico de Barcelona previsto para principios de este mes de octubre y que, en esta ocasión, ha despertado un amplio revuelo por el corto de promoción del mismo, al tiempo que se ha convertido últimamente en uno de los temas más vistos y comentados en las redes sociales.



Puesto que ya estamos totalmente integrados en la denominada por el filósofo francés Guy Debord como “sociedad del espectáculo”, en el sentido de que cualquier tema social acaba banalizado al ser expuesto como entretenimiento “de rabiosa actualidad”, no es de extrañar que quienes lo vieran días atrás les pueda parecer desfasado que ahora yo lo traiga a debate. Pero precisamente he querido que ‘la tormenta’ desatada en las redes amainara para realizar un comentario del impactante spot publicitario.

Antes de analizarlo, quisiera referirme a una de las fórmulas que dentro del campo de la publicidad se utiliza para que una campaña triunfe. Se trata de A.I.D.A, en la que la A significa llamar la Atención; I, despertar el Interés de quienes hayan visto el anuncio; D como la inicial de potenciar el Deseo de tener el producto (o verlo, como sería en este caso) y, por último, A refiriéndose a Adquirir el producto.

Pues bien, la campaña de Apricots, la empresa de pornografía y prostitución que promovía el citado Salón, logró a través de este anuncio llamar poderosamente la atención entre la gente que se mueve cotidianamente por las redes sociales. Un éxito, pues, alcanzado con el primero de los puntos que he indicado de la conocida fórmula publicitaria.

Por otro lado, he de reconocer que el corto técnica y visualmente está muy bien realizado, al tiempo que el ritmo cambiante de las escenas da lugar a que, al finalizar, el espectador, con poca capacidad reflexiva, considere que es ‘rompedor’, ‘rebelde’, ‘iconoclasta’, etc. Otra cosa es el contenido, pues, tras la fachada de ‘revolucionario’, hay una carga de demagogia bastante grande.

Para no extenderme excesivamente, dado que el análisis minucioso de cada escena alargaría en demasía el comentario, quisiera decir que, a lo largo del mismo, junto a ciertas alusiones, se utiliza lo que en lingüística se llama sinécdoque, es decir, la modalidad lingüística (o visual) en la que una parte de la unidad o de un conjunto pretende representar al todo; aunque, en este caso, la representación sea por vía negativa.

Así, por ejemplo, para promocionar a la ciudad de Córdoba se puede utilizar la imagen de la Mezquita o la de los arcos de herradura de la misma, de modo que hablaríamos de una sinécdoque visual, ya que ese monumento es una parte, aunque muy relevante, de toda la ciudad. Pero, como apunto, es posible utilizar la sinécdoque, visual y lingüísticamente, como falsa denuncia, tal como se realiza en el corto, sorprendentemente titulado “Patria”.



Una vez visto el corto, llama la atención que Carles Valdés, director del mismo, haya acudido a un fragmento del Réquiem de Mozart, hermosa obra de música sacra, para que le sirviera de telón de fondo a lo largo del minuto y medio de duración, por lo que uno acaba preguntándose: ¿Qué tiene que ver esta obra de Mozart con un spot realizado para la promoción de un Salón Erótico?

De igual modo, algo que ha pasado desapercibido a quienes lo han comentado en las redes sociales es que comienza y se cierra con un plano general de la actriz porno Amarna Miller, que se convierte en la presentadora, rodeada de los personajes participantes en las distintas escenas en una imagen que evoca a ‘La última cena’ de Leonardo da Vinci. Y de nuevo surge la interrogante: ¿Alguien encuentra alguna relación en esta emblemática obra del genio del Renacimiento italiano con la campaña de promoción de Apricots?

Una vez que las imágenes comienzan a aparecer, vemos a la protagonista-presentadora que, en primer plano y con mirada frontal y desafiante, comienza su discurso:

“Me llamo Amarna Miller. Soy actriz porno y nací en un país hipócrita, donde la misma gente que me llama puta se pajea con mis vídeos…”.

La entrada ya nos sitúa en una clara sinécdoque: unos supuestos casos de gente que se pajea con sus vídeos, según ella, es razón suficiente para llamar hipócrita a todo un país y a toda la gente que lo habita. Comenzamos, pues, con un mensaje cuya demagogia se va a extender a lo largo de la pequeña película.

“Un país que ama la vida, pero que permite que se mate en nombre del arte…”.

Como si realizara un triple salto mortal, pasa la presentadora de hablar de la masturbación de unos aficionados a sus vídeos al controvertido tema de la tauromaquia, relacionando, como por arte de magia, el amor a la vida, el arte y la muerte, a través de un torero que inicialmente sostiene a un bebé para, a continuación, aparecer con las manos manchadas de sangre.

“Un país indignado por la corrupción, pero que sigue votando a ladrones. Donde se salva a los mismos bancos que desahucian a miles de familias…”.

Si el país es hipócrita, ¿cómo su gente se puede indignar por la corrupción? Por otro lado, cabe preguntar: ¿Todo el país vota a los ladrones? Y, ¿a cuento de qué viene traer el enorme drama de las familias que son desahuciadas de sus viviendas para promover un salón porno-erótico de una empresa dedicada a la prostitución?

“Un país que se dice laico, mientras pone medallas a las vírgenes…”.

Habría que aclarar a Amarna Miller que no estamos en un país laico, sino aconfesional, que no es lo mismo. Todavía queda mucho para llegar a ser un país laico. Por otro lado, no es el país el que le pone medallas a las vírgenes, sino algunos políticos como el piadoso ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, que no sabe distinguir entre el ámbito de lo público y el ámbito de lo religioso.

“Que trata a los que emigran como héroes y a los emigrantes como basura…”.

¿Que este país trata a los jóvenes que tienen que salir fuera del país en busca de trabajo como héroes? ¿No decíamos que era un país hipócrita? Por otro lado, ¿hemos visto alguna vez a Apricots denunciando tratos inhumanos a los emigrantes que llegan a nuestro país?

“Un país donde se supone que los guardianes de la moral pueden llegar a ser los más peligrosos…”.

Y ahora se muestra a un miembro del clero subiéndose la sotana y bailando, al tiempo que enseña sus flácidas carnes a los espectadores. Uso, pues, de la sinécdoque negativa: los casos de pederastia, por ejemplo, que se han denunciado, y que suponen una gran responsabilidad para la Iglesia católica en distintos países, los presenta como algo que se extiende a todo el clero.

“Donde la prostitución no es aún legal, pero cada año crece el número de clientes…”.

Esto se llama barrer para casa. En este caso, quisiera indicar a Amarna Miller que la lucha contra la prostitución es la búsqueda de la abolición de la misma, tal como se ha planteado en países como Suecia, donde se busca la reinserción de las mujeres que ejercen la prostitución y se multa a quienes demandan sus servicios sexuales (eufemísticamente llamados “clientes”, cuando habría que decir “puteros”).

“Un país que se cree abierto y tolerante, donde un árbitro recibe amenazas de muerte por ser gay…”.

La demagogia continua: tomar un caso para representar a toda la población de un país. Bien es cierto que el rechazo a los homosexuales está extendido universalmente; sin embargo, habría que apuntar que en las distintas encuestas que se han hecho en numerosos países nos dicen que España y la población española es la más tolerante con respecto a la homosexualidad… Y eso que queda mucho camino que recorrer.

“Sí. Vivimos en un país asquerosamente hipócrita. Pero algunos no nos rendimos”.

No nos rendimos… ¿en qué sentido? ¿En que se legalice la prostitución y Apricots se convierta en una empresa líder a escala nacional? ¿Es esa la “lucha” que llevan adelante Amarna Miller y el local de Barcelona que se anuncia con el eslogan “Apricots, tu marca de puterío”? Sí, el mismo local que vende a las mujeres que trabajan en su local de prostitución, al tiempo que debajo de su logotipo pone de forma muy clara (con posibilidad de ser comprobada a través de Google) una frase digna de Donald Trump: “Follamos a la primera cita”.

AURELIANO SÁINZ