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Daniel Guerrero | Seguimos indignados

Se ha cumplido el quinto aniversario de las concentraciones masivas, pacíficas y críticas que llenaron las plazas de España el 15 de mayo de 2011 y que exteriorizaron el descontento de una parte de la ciudadanía con las deficiencias de la democracia como sistema de representación; con el alejamiento de la política de los problemas reales de la gente; con la corrupción que afecta a partidos e instituciones de manera casi estructural; y con los recortes y ajustes que, impuestos por los poderes económicos (BCE, FMI y Banco Mundial), han ocasionado un debilitamiento del Estado de Bienestar y el empobrecimiento generalizado de las clases medias y sectores vulnerables de la población.



Nunca antes se había exhibido una protesta tan generalizada en las calles que uniera a estudiantes, trabajadores, jubilados y parados, entre otros colectivos, en una sola voz que expresara la indignación y la frustración de la gente.

Ya no eran marchas de un sector en apuros, huelgas de trabajadores despedidos de una empresa, estudiantes disconformes con los tijeretazos en becas, ayudas o planes de estudio... sino una amalgama variopinta de personas procedentes de todos los ámbitos sociales que exigían democracia real, stop a los desahucios, justicia con los estafados con las preferentes, mareas blancas en contra de la privatización de la sanidad, profesores, estudiantes, universitarios, amas de casa, parados y, en general, una porción importante de la población que pretendía una transformación de la sociedad y otra política más comprometida con la gente y menos con los mercados y las componendas de la élite dominante.

Cinco años más tarde, parte de aquel movimiento de cabreados ciudadanos se ha canalizado en un proyecto político que, atemperando sus exigencias fundacionales, ha conseguido dar ese “asalto a los cielos” para acceder a las instituciones del poder. Podemos, el partido emergente diseñado por profesores de la Universidad Complutense, ha sabido atraerse a muchos de aquellos descontentos, modulando sus críticas y exigencias en función de las posibilidades y los objetivos a su alcance.

Gracias a un lenguaje populista, que simpatizaba con las demandas de los manifestantes, y una hábil estrategia comunicativa a través de los medios de comunicación audiovisual y las redes sociales, ha logrado pasar, en tan corto período de tiempo, de ser un agente desconocido a la segunda fuerza política del país, si en las próximas elecciones de junio propina el “sorpasso” al PSOE, cosa bastante probable.

Sin embargo, en esta última efeméride del 15M, los motivos de indignación han seguido presentes en la sociedad española, sin que sus reivindicaciones hayan sido atendidas, menos aún solucionadas, por quienes pretendían representar a los descontentos.

La desigualdad entre los españoles sigue creciendo; la tasa de paro es de las más alta de Europa; la corrupción campea por partidos e instituciones apenas sin freno; la precariedad afecta a salarios, trabajos y condiciones laborales; la “ley mordaza” restringe libertades y derechos; la austeridad recorta prestaciones y servicios públicos; los desalojos de viviendas siguen produciéndose de forma más “silenciosa”; la violencia contra la mujer continúa aumentando el número de víctimas mortales; los jóvenes con o sin formación son presa del paro o de la emigración; la insolidaridad de los ricos se refugia en paraísos fiscales, a pesar de lo cual se permiten dar lecciones de patriotismo. Y, en definitiva, seguimos sujetos a la dictadura de los mercados.

Cinco años después, seguimos indignados con un mundo que privilegia el beneficio económico y olvida a las personas. Seguimos indignados con una Europa que no tiene fronteras para el dinero pero levanta barreras a la emigración y los refugiados.

Seguimos indignados con un mercado laboral que exige el despido barato para crear empleo precario. Seguimos indignados con un Gobierno que condecora vírgenes y policías acusados de maltrato en vez de dar un trato digno a quienes huyen de la miseria y la guerra.

Como escribía Stéphane Hessel en su famoso librito, hay motivos de sobra para seguir indignados: “Mirad a vuestro alrededor, encontraréis hechos que justifiquen vuestra indignación”. Existen causas que justifican la “insurrección pacífica” de los indignados y avergonzados con la actual situación de injusticia, pobreza y explotación.

DANIEL GUERRERO