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Raúl Solís | La política como entretenimiento

En los primeros plenos constitutivos de una institución, los nuevos políticos son una mina de oro para subir las audiencias televisivas: promesas del cargo espectaculares, eslóganes ocurrentes y una puesta en escena que parece diseñada por un director de televisión. Pasado el primer pleno, otros quince días de grandes titulares y momentazos que matan de gusto a cualquier director de programación.



Que si el nuevo político va en metro, en bus o andando a la institución pertinente; que si se ha bajado el sueldo un 30 por ciento; que si donará el sobrante a una asociación distinta cada mes, con el consiguiente nuevo titular mensual y el canje de la beneficencia por rédito electoral.

Que si el político de turno compartirá piso para “ser como la gente”; que si no viajará en primera clase; que si no comerá en el comedor de los diputados; que si renunciará a una pensión que ya no existe porque fue suprimida; que si cualquier cosa de titular fácil proclive para consumir, con la misma voracidad que consumimos comida basura.

Y con tanto teatro, tanto eslogan barato, tan poca solidez ideológica, tan poco cálculo de que en el fango le irá mejor a quienes han producido el fango y que la política no es una lista de deseos, van pasando las semanas y estos nuevos políticos de promesas grandilocuentes no son capaces de hacer valer sus escaños para influir en las leyes, en el Boletín Oficial del Estado, que es donde hay que dar los ‘zascas’; aunque la política del entretenimiento es más dada a dar jugosos titulares que de nada sirven para cambiar la situación de la gente sencilla a la que dicen defender.

Podemos lleva ya casi dos años en las instituciones desde su irrupción en el Parlamento Europeo y, salvo titulares y donativos a asociaciones varias –con el consiguiente titular a costa de la caridad y la necesidad de grupos sociales vulnerables–, ¿para qué le han valido sus numerosos diputados en los parlamentos regionales?

En Asturias, negarse a negociar los presupuestos, ha servido para empoderar más al PSOE que dice que los podemitas no tienen ningún interés en dialogar; en Extremadura, los diputados de la formación de Pablo Iglesias han servido también para que el presidente de la Junta de Extremadura retire los presupuestos ante la negativa de Podemos a negociar.

En Andalucía, con 15 escaños, Podemos no ha sido capaz de sacar adelante ninguna ley ni medida que de verdad favorezca los intereses de las clases populares. En Madrid, la bancada de Podemos no es que haya conseguido mucho más, aunque aquí está más que justificado por el bloque que ejerce el pacto PP-Ciudadanos. Ser radical es lo contrario de ser un exaltado.

Introducir el entretenimiento en la política ha sido el último gran logro cultural del neoliberalismo, que ha banalizado todo lo banalizable hasta convertir la vida misma en basura al servicio de sus propios intereses. Mientras que un diputado convoca a los medios para que le fotografíen entrando en bicicleta, que oye, que también se puede ir en bici sin avisar a los medios de comunicación –hay diputados que llevan años yendo en bici y no se le ha ocurrido hacer un circo de la circunstancia–, un miembro del PP ya tiene desarrollada una modificación legislativa para achicar más si cabe el Estado del Bienestar.

El gran beneficiario de la política como espectáculo, de no ir al fondo de la cosas y quedarnos en lo superfluo, en lo que sólo da audiencia, en lo que entretiene, en el titular fácil, es la ideología que nos está robando los derechos con más rapidez de la que viajan los coches oficiales.

Negociar, ceder, dialogar, abandonar la sobreactuación, huir de líneas rojas y tratar así de conseguir avances sociales para quienes dices representar, no es ni vieja ni nueva política, es política, es la única manera posible de progresar y de construir sociedades más felices, más humanas y más justas para la gente sencilla.

La política es la vida misma de las personas, no entretenimiento vulgar. Dejen ya los coches oficiales aparcados en los garajes, dejen de convocar a los medios para sus postureos, que la ética es más ética cuanto menos se presume de ella, y empiecen a escribir en el BOE, que el neoliberalismo y el IBEX-35 han de estar muy contentos viendo que el circo de la nueva política sirve para tapar que el imputado Gómez de la Serna ha jurado su acta de diputado, que PP, PSOE y Ciudadanos ya han firmado su primera fase de la Gran Coalición y de que nadie hable de que casi el 40 por ciento de los trabajadores españoles gana menos de 700 euros al mes.

RAÚL SOLÍS